Dejen que el poeta se retuerza y escriba,

dejen que los versos se filtren

hasta la piel,

déjame hablarte esta noche,

déjame recitar esta sangre

que surca el tacto,

déjame un camino

para poder tejer esta furia.

Mi voz escuece,

el asfalto me ata, me mece,

me enredas los sueños.

Mareo, mareo, mareo.

Mi voz retumba, mi voz retumba,

vida densa, que me seduce,

que me sedienta.

Tengo que escribirte, vida,

¡tengo que escribirte!

sembrarte así, ¡sembrarte así!

poesía, poesía... ...

La vida sucede

la vida seduce con rabia,

y martillos y almendros,

y yo... . viva aún, viva siempre,

viva, viva, vida, vida... ...

No sé que hora es, tengo un poema

no sé, no sé que hora es,

la poesía no duerme,

no sé que hora es...

La ciudad es infinita,

continúa la hecatombe cotidiana,

el placer minúsculo escondido en la rutina,

¡los perros atados!

estas ganas de escapar tantas veces,

las sonrisas raquíticas, mínimas,

continúa la aguja

¡Tiempo! ¿Què hora es? ¡Tiempo!!

¿Qué hora es?

Azul, azul, azul, azul... ...

Las gaviotas se despiertan,

la poesía de la ciudad arde

en los cafés y en los labios cortados,

el ayer ya no está, ya no está,

pero la piel sigue pariendo versos.

La vida sucede, la vida sucede

y yo tengo un poema...

¡Tiempo! ¡Tiempo!!

El poeta se retuerce, sobrevive,

las enredaderas ya son casi de acero,

estrecho, estrecho mundo...

Aprovechemos este instante

¡antes de que nos coagulen la voz!

antes de que llegue

el holocausto de la belleza,

antes de que perdamos el instinto

de mirarnos en este silencio de versos.

¡Tiempo! ¡Tiempo! ¡Tiempo!

***

mar nicolás

barcelona, 1975

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